Manifiesto de la Asociación en Defensa del Campo de la Vega

Desde hace ya unos cuantos años, periódicamente se suceden declaraciones de diversos políticos y empresarios reclamando el traslado dela Fábrica de Armas de Oviedo fuera de la ciudad. Dichas declaraciones argumentan el carácter obsoleto de mantener un espacio productivo dentro del espacio urbano y abogan por reconvertir el entorno dela Vega para adaptarlo a las necesidades de espacio que la ciudad demanda. A lo largo de los últimos meses, esta clase de argumentos se han reiterado con más intensidad de insistencia que nunca, coincidiendo, casualmente, con la revalorización de todo el entorno de La Vega (Santullano, Pumarín y, muy especialmente, las nuevas propuestas arquitectónicas de la parcela del Vasco). En estas fechas en las que se cumple el ciento cincuenta aniversario de la apertura dela Fábrica, ante la proximidad de las elecciones y en medio de la negociación sindical acerca del futuro de La Vega, nadie osa decir a las claras lo que vienen repitiendo durante más de una década: que es preciso que la Fábrica desaparezca.

Los argumentos en pos del traslado de la producción de La Vega no apelan al rechazo de las armas; por el contrario, esconden el interés de una gran recalificación que pondrá más de ciento veinte mil metros cuadrados de superficie en manos de la especulación inmobiliaria, en una zona ya sumamente densificada y carente de equipamientos, como el propio diagnóstico del Avance del Plan General de Ordenación Urbana reconoce.

El valor histórico y arquitectónico de la Fábrica de Armas, el papel que ha desempeñado en la configuración del Oviedo que conocemos, merece que aquélla sea declarada en su conjunto Bien de Interés Cultural, poniendo así coto a las presiones urbanísticas y especulativas que la acechan.

No podemos permitir que el espacio que hoy ocupa la Fábrica sea colonizado por una cohorte de torres, por pisos, oficinas y grandes superficies comerciales. Con ello se perdería la que quizás constituye la última oportunidad para desarrollar una ciudad habitable, amable y sostenible.

La vertiente histórica de la fábrica y su papel en el desarrollo de la ciudad.

La única industria de relieve con la que contó Oviedo en la contemporaneidad fue la Fábrica de Armas. Trasladada a Oviedo en 1794 desde la villa de Soraluze (Guipúzcoa) para evitar su proximidad a la frontera francesa, se organizó en un principio a base de tareas gremiales efectuadas a domicilio en diversas partes de la ciudad y fuera de ella, situándose sus dependencias centrales en el Palacio del Duque del Parque. Ya desde un comienzo, la actividad de los efectivos vascos desplazados produce una notable influencia en la configuración de la ciudad, notablemente en el arrabal de Santa Clara, sobre el que desde en las últimas décadas del XIX comenzará a edificarse el barrio de Uría.

Pero la verdadera huella en el desarrollo urbano dela Fábrica de Armas se produce cuando ésta muda su carácter gremial por el de una verdadera industria. La fabricación mecánica de fusiles hizo necesaria la concentración de los diversos elementos de la producción, ubicándose en el desamortizado convento benedictino de La Vega (siglo XII); ampliado en 1863 con la compra de los terrenos adyacentes, un año después la fábrica empleaba ya a setecientos obreros armeros y cincuenta aprendices, amén de otros dos centenares empleados en obras de ampliación. En 1896 se llevan a cabo en ella reformas de importancia, acometiéndose la mejora de las dependencias existentes y la construcción de otras nuevas, tales como un Economato, un Hospital Militar y una Escuela de Aprendices. Al calor de la demanda de arsenal bélico para la Primera Guerra Mundial, se habilitará asimismo un Taller de Ametralladoras.

La Fábrica fue en su día, en definitiva, el principal motor del crecimiento decimonónico de Oviedo, hasta entonces un villorrio cuya población apenas había sufrido alteraciones desde el Medievo. Ello no se debió solamente a la atracción de población obrera y actividad económica que produjo la Fábrica de Armas, sino también porque a su calor apareció en la ciudad un cierto desarrollo metalúrgico, protagonizado por las Fundiciones La Amistad (1856) y Bertrand (1860). A finales de siglo, no obstante, la ciudad acusa una importante “terciarización” de su actividad, con el cierre de la mayor parte de sus industrias de tamaño mediano. Su carácter burgués se acentúa y la Fábrica de la Vega queda como único vestigio de actividad industrial en Oviedo.

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