El desarrollo desigual (Samir Amin)

Las ideas de Samir Amin tuvieron una gran influencia a finales de los noventa en mi acercamiento a la teoría del capitalismo, a Marx y a la forma de concebir la globalización. Posteriormente releí sus ideas y tomé algunas distancias con sus formulaciones, especialmente en su lectura de la obra marxiana. El desarrollo desigual es una de sus ideas fuerza. Las notas indican mis comentarios, amén de otro general al final de la extensa reseña.

I. Las formaciones precapitalistas

1. Los modos de producción

S.A. distingue cinco modos de producción: 1) el modo de producción “comunitario primitivo”, anterior a todos los demás; 2) el modo de producción “tributario”, que añade a la persistencia de la comunidad campesina un aparato social y político de explotación de ésta bajo la forma de la exacción de un tributo; aquí se distinguen formas más o menos evolucionadas, siendo la forma feudal de las pertenecientes a estas últimas; 3) el modo de producción esclavista, que constituye una forma más rara, aunque dispersa; 4) el modo de producción “mercantil simple”, que constituye una forma frecuente pero que no llega a caracterizar totalmente a una formación social; y 5) el modo de producción “capitalista”.

El modo de producción tributario se caracteriza por la división de la sociedad en dos ­clases esenciales; el campesinado, organizado en comunidades, y la clase dirigente, que monopoliza las funciones de organización política de la sociedad y percibe un tributo (no mercantil) de las comunidades rurales.

El modo de producción feudal comporta: 1) la organización de la sociedad en dos clases, la de los dueños de la tierra (cuya propiedad es inalienable) y la de los colonos siervos; 2) la apropiación del excedente por los dueños de la tierra por título jurídico específico y no en virtud de relaciones mercantiles; 3) la ausencia de intercambios mercantiles internos al “terreno” que constituye la célula elemental de la sociedad.

Nunca ha existido una sociedad basada en el predominio del modo de producción mercantil simple. Pero, frecuentemente, existía una esfera regida por relaciones mercantiles simples; en particular, la esfera de la producción artesanal cuando ésta estaba suficientemente disociada de la producción agrícola.

El modo de producción feudal aparece aquí como un caso límite, en el que la comunidad está particularmente degradada y pierde la propiedad eminente del suelo. Este carácter límite permitirá llamar a las formaciones feudales “periféricas” en relación a las formaciones tributarias “centrales”.[1]

2. Las formaciones sociales

Todas las sociedades precapitalistas son formaciones sociales que combinan los mismos elementos, caracterizados por: 1) el predominio de un modo de producción comunitario o tributario; 2) la existencia de relaciones mercantiles simples en esferas limitadas; 3) la existencia de relaciones de comercio lejano. Como el comercio lejano relaciona sociedades que se ignoran, es decir, productos cuyo coste de producción en la otra desconoce cada una de las sociedades, productos raros, no sustituibles, los grupos sociales que se dedican a él se aprovechan de la posición de monopolio que ocupan.

La condición de existencia de una formación de clases es que el desarrollo de las fuerzas productivas (y, con él, el grado de división del trabajo que lo acompaña) sea suficiente para que aparezca un “excedente”, i.e., un sobrante de la producción sobre el consumo necesario para asegurar la reconstitución de la fuerza de trabajo.

El predominio del modo de producción mercantil simple es muy excepcional. Lo encontramos sólo en Nueva Inglaterra (de 1600 a 1750), en el África del Sur boer (de 1600 a 1880), en Australia y en Nueva Zelanda (desde los orígenes de la colonización blanca hasta el desarrollo del capitalismo contemporáneo). Estas sociedades de pequeños granjeros y artesanos libres, en que el modo de producción mercantil simple no se incorpora a una producción tributaria o esclavista, sino que constituye el modo principal de organización de la sociedad, no se explicarían sin tener en cuenta que son los subproductos de la disgregación de las relaciones feudales en Inglaterra (y accesoriamente en los Países Bajos y Francia). Estas formaciones tienen una clara tendencia a transformarse en formaciones capitalistas.

En ningún modo precapitalista los productos de subsistencia son motivo de intercambios (de ahí el carácter de “economía de subsistencia” de las formaciones precapitalistas) y el excedente suele ser objeto de una circulación no mercantil (tributo, renta en especie). Además, mientras las formaciones precapitalistas se caracterizan por una coexistencia estable de modos diferentes, articulados y jerarquizados, el modo capitalista, que tiene tendencia a convertirse en exclusivo, destruye a los demás. Sin embargo, la condición de esta tendencia exclusiva estriba en que está basado en una ampliación y profundización del mercado interno. Esto se da en las formaciones capitalistas centrales, pero no en las formaciones periféricas. En éstas, el modo capitalista, dominante, somete a los demás y los transforma, les arrebata su funcionalidad propia para someterla a la suya, sin por ello destruirlos radicalmente.

3. Las clases sociales, la articulación de las instancias

Desde luego, sea cual sea el modo de producción, la instancia económica, en última instancia, es determinante, se aceptamos la realidad de que la vida material condiciona todos los demás aspectos de la vida social, es decir, que el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, al determinar el volumen relativo del excedente, condiciona la civilización. Pero es importante distinguir esta determinación en última instancia del predominio de lo económico o de lo político-ideológico.

En todos los modos de producción precapitalistas, la generación y el empleo del excedente son transparentes. Los productores sólo pueden, pues, aceptar la extracción del excedente que producen y del que se saben productores, si están “alienados” y creen necesaria esta sangría para la supervivencia del orden social y “natural”. La instancia político-religiosa toma, pues, necesariamente, la forma religiosa y domina la vida social.

4. Las naciones y las etnias

La ciencia social convencional elude este problema. Por nuestra parte, definiremos dos conceptos: el de “etnia” y el de “nación”. La etnia supone una comunidad lingüística y una homogeneidad del territorio geográfico y, sobre todo, la conciencia de esta homogeneidad cultural, incluso cuando ésta es imperfecta, pues las variantes dialectales difieren de una provincia a otra, o los cultos religiosos. La nación supone la etnia, pero la supera.

Si bien el hecho nacional es muy anterior al capitalismo, el modo de producción capitalista tiene un papel no menos considerable en su desarrollo. El grado de centralización económica se da, efectivamente, en un grado superior por la generalización de la forma mercantil de producto entero (y no sólo del excedente), por la forma mercantil adquirida por el trabajo, asegurando —por la movilidad de la población— una mayor integración humana, y finalmente por la forma mercantil que adquiere el propio capital, asegurando la integración del mercado (especialmente la centralización de la gestión monetaria de la sociedad) y la circulación de la riqueza. La nación implica, pues, que la clase dominante pueda pretender la hegemonía nacional en la sociedad, que se constituya en una clase integrada, organizada y jerarquizada a nivel nacional, por oposición a las clases dominantes constituidas por iguales yuxtapuestos y autónomos.

5. Comercio lejano y disgregación de las relaciones feudales

Las condiciones necesarias para el desarrollo del capitalismo son esencialmente dos: la proletarización y la acumulación del capital-dinero. Si bien encontramos esta acumulación del capital-dinero en todas las sociedades mercantiles orientales, antiguas y feudales, nunca condujo al desarrollo de relaciones capitalistas porque no existía una mano de obra libre y disponible.

La expresión de “capitalismo mercantil(ista)” para designar al período que va del Renacimiento a la revolución industrial (1600-1800) es ambigua; este período es, en realidad, un período de transición. Más tarde se nos presentará como el de la transición al capitalismo. Pero, hasta la revolución industrial, el modo de producción capitalista no existe aún realmente. El período se caracteriza por: 1) la persistencia del predominio del modo de producción feudal en las formaciones de la época; 2) el desarrollo del comercio lejano (comercio atlántico, especialmente); 3) la reacción de este desarrollo sobre el modo de producción feudal, que se disgrega. Esta última característica, y sólo ésta, le da naturaleza de transición. Y precisamente porque el modo feudal es un modo tributario particular el comercio lejano puede disgregarlo.

El dinero y el comercio son muy anteriores al capitalismo. Sin embargo, no todos los intercambios realizados entre pequeños productores (comunitarios o libres) dentro de la misma sociedad, en épocas precapitalistas, prescinde de todo intermediario comerciante especializado y muchas veces incluso del instrumento monetario.

Un intermediario comerciante se aprovecha de su situación de monopolio para obtener un beneficio con esta toma de contacto. Pero su beneficio, basado en la diferencia de valores subjetivos (utilidades sociales) apreciados desigualmente en las dos sociedades que se ignoran, es decir, que intercambian productos raros cuyos costes sociales de producción ignoran, no debe confundirse con la ganancia del capital comercial.

En realidad, sólo dentro del modo de producción capitalista el comercio se convierte en una actividad capitalista como la producción industrial y, a partir de aquí, el capital comercial se presenta como una fracción del capital social.

El monopolio anteriormente descrito es tanto más sólido cuanto más lejano es el comercio y cuanto más maneja productos raros. Si existen intercambios mercantiles internos a la formación que pasan por el canal de comerciantes especializados, éstos tienden también a organizarse en monopolios, pero estos monopolios siguen siendo frágiles y no producen los enormes beneficios del comercio lejano.

Esto provoca siempre la concentración de la riqueza-dinero; sin embargo, esta concentración no es capitalismo. Sólo en la medida en que la historia convencional comenzó a confundir moneda y capital, comercio y capitalismo, empezó a descubrir capitalismo por todas partes: en la China antigua, entre los fenicios, los griegos y los romanos, los árabes de la Edad Media, etc. Y después se pregunta por qué sólo el “capitalismo europeo” ha llegado hasta el final: se invoca entonces a la religión (el protestantismo, como Max Weber) o la raza (las cualidades específicas de democracia entre los germanos, o, más sutilmente, la “herencia griega” de los europeos).

En realidad, la concentración de la riqueza-dinero de los comerciantes no desemboca naturalmente en el capitalismo. Para ello es necesario que además de la disgregación del modo precapitalista dominante en la formación sobre la que se injerta el comercio lejano engendre una proletarización, es decir, la separación de los productores de sus medios de producción y, por consiguiente, abra el camino a un mercado de trabajo libre.

La Europa bárbara está atrasada con relación a las regiones de civilización antigua, y por ello no acaba de establecerse un modo de producción tributario; así, pues, el feudalismo se constituye bajo su forma embrionaria, inacabada. La ausencia de un poder central potente que centralice el excedente da a los señores feudales locales un poder más directo sobre los campesinos.

El carácter atrasado de la sociedad feudal tiene también como consecuencia una mayor autonomía de los sectores mercantiles. Los campesinos que huyen de la tiranía feudal, y más tarde lo que los dueños del suelo expulsarán para modernizar la organización de la producción, constituyen en las ciudades libres un proletariado a disposición de los comerciantes que controlan estas ciudades. Se desarrollan una producción mercantil artesanal libre y una producción mercantil que utiliza el trabajo asalariado, ambas dominadas por los comerciantes.

El comercio atlántico no sólo irá a la periferia en busca de productos que puedan proporcionarle las sociedades locales, sino que someterá directamente a estas sociedades para organizar la producción de productos cuya salida en Europa tendrá asegurada.

La oferta de nuevas riquezas actúa a su vez sobre todos los sectores feudales de la formación. Acelera la disgregación de las relaciones feudales. Para tener acceso a estos productos los señores feudales tendrán que modernizar su explotación, arrancar un excedente más importante, darle forma monetaria.

Así pues, la agricultura feudal evoluciona hacia una agricultura capitalista: bien porque los propietarios feudales se transforman en propietarios capitalistas, bien porque la liberación de los campesinos da lugar a una nueva clase, la de los “kulaks”.

6. El bloqueo de las relaciones mercantiles

[Se toma el ejemplo del mundo árabe para enraizar la conclusión del epígrafe]. El mundo árabe era fundamentalmente un conjunto comercial, con Egipto como única excepción agrícola. La clase dirigente es urbana, y está dotada de una gran movilidad, pudiendo desplazarse de Tánger a Damasco sin experimentar nostalgia. Su prosperidad depende de la del comercio lejano. Ésta es la base de su alianza con las tribus nómadas, y del aislamiento de las zonas agrícolas, que conservan su personalidad propia, pero no desempeñan un papel importante. Excepto en Egipto, el campesinado interviene poco en el sistema, sólo episódicamente y en escaso grado se ve sometido a extracción tributaria. Así pues, este mundo árabe, a pesar de ser variado, está profundamente unificado por su clase dirigente. Pero, por otro lado, es este mismo carácter el que provoca la fragilidad de su civilización. Pues bastará con que el comercio periclite para que desaparezcan los Estados, así como las ciudades en las que están basados, y que la miseria de un mundo de nómadas pobres y de pequeñas comunidades campesinas ofrezca una imagen decadente.

7. El bloqueo de las formaciones tributarias

En los casos del mundo árabe y del África Negra, nos encontramos con formaciones caracterizadas por una gran extensión del comercio a larga distancia y por un volumen relativamente débil del excedente generado dentro de la sociedad agraria. Este no es el caso de China o Egipto, cuya civilización jamás dependió del comercio. La primera tentativa de explicar el bloqueo de estas civilizaciones se remonta a Marx y a las observaciones que hace sobre el modo de producción asiático en los Grundrisse. Estas observaciones demuestran una gran intuición, pero se han repetido hasta la saciedad sin ninguna preocupación por corregir los errores e insuficiencias relativas al estado de los conocimientos de la época. Actualmente, sabemos que la comunidad aldeana del Egipto antiguo, igual que la de China, no son mucho más constrictivas para sus miembros que las de la Europa de la Edad Media; que las comunidades egipcias y chinas están, desde hace milenios, por lo menos tan degradadas como las de Europa hace apenas unos siglos; que el modelo de comunidades aún fuertes habría que buscarlo más bien en África Negra. Así pues, no podemos atribuir el bloqueo de las formaciones tributarias a la persistencia de la comunidad y a su resistencia excepcional a la degradación.

La primera expresión de formación social de clases no es la formación esclavista, sino la formación tributaria.

Estas dos civilizaciones (China y Egipto) son verdaderamente centrales, en el sentido de que representan una proporción considerable de la población del globo. En ambas civilizaciones, la comunidad aldeana se debilita muy rápidamente y casi desaparece, tan potente llega a ser el poder del Estado. La comunidad subsiste como comunidad de familias, pero pierde la propiedad jurídica del suelo en beneficio de una comunidad más amplia y superior, que no tarda en convertirse en nación. El poder del Estado que caracteriza estas formaciones sociales acabadas da al modo tributario una función dominante evidente: el comercio lejano, la producción artesanal libre o servil, la de los sectores en los que existe el trabajo asalariado, están sometidos al control del Estado que, además, les extrae el excedente. En realidad, la sociedad es despótica respecto a estos sectores, no respecto a los campesinos. En la Europa feudal ocurrirá exactamente lo contrario: el Estado, débil, dejará que las ciudades se desarrollen “libremente”, mientras que los señores feudales, que viven cerca de sus campesinos, les oprimen sin control.

Grecia, heredera de uno de los reinos inspirados en Egipto, Creta, llevará el carácter periférico de su formación a las más altas cimas. El desarrollo excepcional de las funciones comerciales que cumple, unido a la dificultad por extraer un pequeño excedente interior de origen agrícola, le conduce a una vía nueva: la de recurrir masivamente a la esclavitud. Roma extenderá esta formación al conjunto de la ciencia mediterránea.

La variante feudal sigue siendo aún pobre con relación al modelo acabado de origen. La escasa capacidad centralizadora liberará a los sectores mercantiles, aún embrionarios.

En definitiva, las formaciones precapitalistas, al margen de su variedad, comportan una forma dominante central, la formación tributaria, y una serie de formas periféricas, las formaciones esclavistas, feudales y mercantiles. La formación tributaria se explica, en sus rasgos esenciales, por su dinámica interna propia. En este sentido está autocentrada y constituye la vía normal de evolución. Las formaciones precapitalistas periféricas se explican por la interacción de su dinamismo interno y por la influencia que reciben de las formaciones tributarias acabadas. A este nivel no están autocentradas y constituyen vías excepcionales.

II. Las leyes fundamentales del modo de producción capitalista

2. La acumulación del capital en las formaciones capitalistas centrales

La acumulación autocentrada da al modo capitalista central una vocación de exclusividad, es decir, la destrucción de todos los modos precapitalistas.

4. La forma de la acumulación autocentrada: del ciclo a la coyuntura

Las fluctuaciones de la coyuntura son la manifestaciones de la contradicción interna entre la capacidad de producir y la de consumir propia del modo de producción capitalista, contradicción continuamente superada por la profundización y la ampliación del mercado capitalista.[2]

Inspirada por la preocupación ideológica de descubrir mecanismos que aseguren un equilibrio armónico, la teoría convencional excluye de su campo de estudio el verdadero problema, el de la adaptación estructural por la cual ciertas formaciones nacionales se someten a otras, se modelan en función de otras. Este problema de la adaptación estructural resulta fundamental cuando se examinan las relaciones entre el centro y la periferia, pero también cuando se estudia la evolución de las relaciones entre las diferentes formaciones centrales.

III. De la especialización a la dependencia

1. Bases de la especialización internacional

La teoría clásica del comercio internacional pretende que cada uno de los países que intervienen tiene interés en especializarse porque el cambio eleva el nivel de la renta global, en términos de valores de uso, en ambos países. Mientras que en la esfera de los intercambios internos la ley del valor implica la igualdad de los valores de cambio de dos mercancías que contienen la misma cantidad de trabajo, en la esfera de los intercambios exteriores las mercancías cambiadas contienen cantidades de trabajo desiguales, que traducen la desigualdad de los niveles de productividad.

La afirmación de que las importaciones pueden ser provechosas en términos de valores de uso incluso si el producto importado pudiera ser fabricado localmente a mejor precio constituye lo esencial de la aportación de Ricardo en relación a Adam Smith.

Todo lo que esta teoría permite decir es que, en un momento dado, con una distribución de las productividades determinada, los dos países están interesados en proceder a un intercambio, que puede ser desigual.

La especialización y el intercambio, que proporciona a los participantes cantidades superiores de valores de uso de las que se darían sin los intercambios, aumentan el volumen de los beneficios reales realizados por ambos países.

Toda la demostración ricardiana consiste en afirmar que, aunque Portugal esté más atrasado en todos los terrenos, le interesa especializarse. Ricardo se detiene en este punto de la demostración y renuncia a utilizar el instrumento de análisis que ha descubierto. Al “dinamizar” el análisis ricardiano, lo que demostramos fue que la ventaja inmediata a que da lugar la especialización orientará el desarrollo comparativo en los países interesados de manera que el que acepte especializarse en las ramas menos dinámicas saldrá perdiendo a largo plazo. (En el siguiente sentido: si invertimos los términos del ejemplo de Ricardo, para acercarlo más a la realidad, resulta que, si Portugal decide especializarse en el trigo, e Inglaterra en el paño, la especialización es menos buena para Portugal, porque el progreso potencial en la industria del paño —reducción del coste de 120 a 80 horas— es mayor que en la producción del trigo —reducción de 100 a 90 horas—)

2. La teoría del intercambio desigual

Si el capital es móvil, y en la hipótesis de salarios idénticos (iguales a las “subsistencias”), el intercambio sólo se efectúa cuando las productividades son diferentes. Esto puede provenir, bien de posibilidades “naturales” diferentes (con la misma cantidad de trabajo, de capital y de tierra se podrá producir más vino en Portugal que en Inglaterra, a causa del clima), bien de composiciones orgánicas diferentes, que traduzcan el grado desigual de desarrollo del capitalismo.[3]

Podemos descubrir dos formas de intercambio internacional en que los productos no se intercambian por su valor. En el primer caso, los salarios (y las tasas de plusvalía) son iguales, pero como las composiciones orgánicas son diferentes, los precios de producción —que implican la igualación de las tasas de beneficio— son tales que la hora de trabajo total (directo e indirecto) del país más desarrollado (caracterizado por una composición orgánica más elevada) obtiene, en el mercado internacional, más productos que la hora de trabajo total del país menos desarrollado.

Emmanuel dice que, en este caso, aunque el intercambio no asegura a la hora de trabajo total la misma cantidad de productos, no es desigual, porque este tipo de intercambios “desiguales” caracterizan las relaciones internas de la nación: efectivamente, “los precios de producción constituyen un elemento inmanente al sistema competitivo”.

Sin embargo, el intercambio no es igual, y esta desigualdad traduce la de las productividades. En efecto, hay que destacar que las ecuaciones de los precios de producción, que describen las condiciones de producción de un mismo producto, con técnicas diferentes —avanzada en B, retrasada en A— son ecuaciones en valor: en horas de trabajo, respectivamente de A y B, consideradas aisladamente. En valores de uso, la cantidad de producto no suele ser la misma en A y en B, pues el nivel de las fuerzas productivas es más elevado en B: con 30 horas de trabajo total (directo e indirecto) organizado como lo está en B, se obtienen, por ejemplo, 90 unidades físicas del producto, mientras que con 30 horas de trabajo total organizado como lo está en A, se obtiene sólo una cantidad inferior del producto, por ejemplo, 60 unidades. Si A y B están integrados en el mismo mercado mundial, el producto sólo puede tener un precio: el del país más avanzado. [No entiendo por qué. Si el precio de producción es menor en A, ¿no debería ser éste el precio que prevaleciese?] Dicho de otro modo, 30 horas de trabajo de A no valen 30 horas de B, valen 30*60/90=20 horas.[4]

Bettelheim señala que el intercambio aquí es desigual, esencialmente porque las productividades son desiguales, y accesoriamente porque las composiciones orgánicas diferentes determinan, a través del juego de la igualación de la tasa de ganancia, precios de producción diferentes de los valores aislados.[5]

En realidad, la argumentación de Emmanuel se basa en otro caso, en el que las composiciones orgánicas de los productos intercambiados son análogas. Supongamos unas técnicas de producción del mismo grado de desarrollo (misma composición orgánica) y salarios desiguales. Ahora A y B producen el mismo producto (por ejemplo, petróleo) con las mismas técnicas (modernas), y este producto tiene salida en el mercado mundial. El aumento de la tasa de plusvalía en A aumenta la tasa media de ganancia del conjunto A+B. El país de salarios bajos (A) recibe en el intercambio internacional —por cantidad de trabajo directo e indirecto de la misma productividad— menos que su oponente B.

¿Es posible una teoría de los intercambios internacionales?

La forma neoclásica de la teoría economicista de los intercambios, basada en la teoría subjetiva del valor, representa, aquí y en cualquier parte, un paso atrás en relación al economicismo ricardiano. Pues solamente puede ser tautológica dado que ha perdido de vista las relaciones de producción.

El genio de Rosa Luxemburg estriba en haber comprendido que las relaciones entre el centro y la periferia venían determinadas por los mecanismos de la acumulación primitiva, porque no se trata de mecanismos económicos propios del funcionamiento interno del MPC, sino de relaciones entre este modo de producción y otras formaciones.[6]

La teoría economicista de las ventajas comparativas, incluso en su versión científica ricardiana, tiene un marco limitado: describe las condiciones del intercambio en un momento dado, pero no permite preferir la especialización, basada en las productividades comparadas tal como son en un momento dado, al desarrollo, es decir, a la mejora de estas productividades. No puede explicar los dos hechos esenciales que caracterizan el desarrollo del comercio mundial en el marco del sistema capitalista: en primer lugar, el desarrollo del comercio mundial en el marco del sistema capitalista: en primer lugar, el desarrollo del comercio entra países desarrollados de estructura similar, cuya distribución de las productividades comparadas es, pues, comparable; este desarrollo resulta más rápido que el de los intercambios entre países desarrollados y países subdesarrollados, cuyas distribuciones de las productividades comparadas son, sin embargo, más variadas; y, en segundo lugar, las formas sucesivas y diferentes de la especialización en la periferia, especialmente sus formas actuales, según las cuales la periferia proporciona materias primas producidas principalmente por empresas capitalistas modernas de elevada productividad.

Para explicar estos dos fenómenos debemos citar, primero, la teoría de la tendencia inherente al capitalismo a la ampliación de mercados y, seguidamente, la teoría de la dominación del centro sobre la periferia.

3. El expansionismo del MPC

El comercio exterior precapitalista y mercantilista

El intercambio “internacional” se define como el intercambio de productos entre formaciones sociales diferentes. Lo que caracteriza a las sociedades precapitalistas es precisamente la débil intensidad de los intercambios internos. Casi todas estas sociedades practicaban el comercio lejano. Este comercio proporciona a unos y otros productos exóticos, cuyo coste de producción es imposible estimar. Pero no se da una especialización internacional propiamente dicha y, en este sentido, el comercio lejano sigue siendo marginal, pues no interviene como elemento esencial de los modos de producción involucrados en el intercambio. El comercio internacional entre Europa occidental, por una parte, y el Nuevo Mundo y las factorías orientales y africanas, por otra, constituye cuantitativamente lo esencial de los intercambios mundiales. El centro se procura los productos obtenidos a través del trueque, el pillaje y la organización de una producción especialmente organizada para ese fin. Las formas de producción establecidas en América tienen como función esencial procurar al centro el metal y ciertos productos de lujo. Toda la economía de las Américas girará en torno a estas zonas de valorización para el centro: la economía pastoril, por ejemplo, tendrá como función alimentar a las regiones mineras y las zonas de plantaciones esclavistas. El comercio triangular —la caza de los esclavos en África— cumple esta función: la acumulación del capital-dinero en los puertos europeos, capital-dinero realizado por la venta de los productos de la periferia a las clases dominantes; éstas se verán entonces incitadas a convertirse de feudales en capitalistas agrarias.

Al principio, América y su tesoro de oro y plata será objeto de un pillaje brutal. Después el comercio lejano cambiará de carácter. En primer lugar enriquecerá a los comerciantes de los puertos del océano, holandeses, ingleses y franceses. Después, en beneficio de este comercio, se organizará la producción en las plantaciones de América, que exigirá la trata de esclavos, cuya función en el desarrollo del capitalismo resultará esencial.

Los flujos internacionales de capitales en el sistema capitalista internacional

El intercambio internacional, una vez convertido el capitalismo en sistema mundial, cambia de naturaleza. Por primera vez en la historia, podemos hablar con todo derecho de especialización internacional, es decir, de intercambio de productos de valor conocido.

El desarrollo del capitalismo en el centro agudiza la intensidad relativa de los flujos internos, y en la periferia la de los flujos externos.

Considerar que el país subdesarrollado equivale a exportador de productos de base conduce a un error teórico. La misma naturaleza de los productos intercambiados ha evolucionado.

  1. Si consideramos los intercambios entre el mundo desarrollado y el mundo subdesarrollado tomado en su conjunto, comprobamos que la importancia relativa de los productos intercambiados es mayor en las economías subdesarrolladas que en las economías desarrolladas. (80-20%).
  2. La exportación de capitales se realiza principalmente partiendo de los centros del capitalismo antiguo hacia nuevos centros en constitución, y sólo accesoriamente hacia los países subdesarrollados.
  3. La exportación de capital no sustituye a la de mercancías, sino que la estimula.
  4. La dinámica del flujo de inversión del capital extranjero y el reflujo de los beneficios exportados es muy distinta según que se trate de relaciones entre centro y periferia o de relaciones entre centro antiguo y centro nuevo en formación. En las relaciones entre centro y periferia, la periferia pasa de un estadio de “joven prestatario” a otro en el que el reflujo de los beneficios es mayor que el flujo de entrada de capitales nuevos) y se estabiliza en ese estadio. En las relaciones entre centro antiguo y centro nuevo en formación, la evolución es diferente: el centro nuevo se convierte a su vez en exportador de capitales (joven prestatario y después viejo prestamista).
  5. Mientras que en los “nuevos centros” en formación el salario tiende a alcanzar el nivel de los antiguos centros de donde obtienen los capitales (incluso algunas veces lo supera desde el principio), la distancia entre el salario en el centro y en la periferia, con productividades iguales, tiende a ampliarse.
  6. La tasa de ganancia de la periferia es más elevada que en el centro.

La cuestión de los términos de intercambio

Las modificaciones de los términos de intercambio no tienen en sí mismas ningún significado, pues si los progresos de la productividad son más rápidos en una rama de la producción que en otra, es normal que el precio relativo del primero de estos productos se deteriore en relación al segundo. Por otra parte, ésta es la base que ­justifica el optimismo de la teoría de las ventajas comparativas. Supongamos que se realiza un progreso técnico en los países industriales. Los costes de producción y, con ellos, los precios de los productos manufacturados disminuirán con respecto a los precios de los productos agrícolas. Los términos de intercambio mejorarán en favor de los países agrícolas. Estos países conseguirán cada vez más bienes industriales, a cambio de la misma cantidad de productos agrícolas, beneficiándose de este modo del progreso alcanzado en otros sectores.[7]

En definitiva, ¿cuál es la razón por la que la oferta de trabajo es siempre excedentaria en los países subdesarrollados? Estas formaciones se caracterizan por la importancia de las reservas rurales en vías de desintegración, que constituyen la esencia de los fenómenos referentes al MT. En las formaciones del capitalismo central, por el contrario, esas reservas ya no existen.[8]

La tendencia a la ampliación de mercados inherente al capitalismo

La razón profunda de la ampliación de la esfera absoluta y relativa del comercio internacional hay que buscarla en la dinámica interna del capitalismo, en su motor esencial, la búsqueda del beneficio, y los mecanismos que engendra. Entre dos sociedades precapitalistas de estructuras relativamente diferentes, no hay intercambios porque el motor de tales sociedades es la satisfacción directa de la necesidad, no la ganancia.[9]

El problema que aquí estudiamos es diferente al que planteaba Rosa Luxemburg. La ampliación de los mercados, su extensión a escala mundial, forman parte integrante del capitalismo y su objetivo fundamental no es resolver un problema de mercado, realizar la plusvalía. La teoría del MPC establece que la realización de la plusvalía no exige la extensión del mercado a través de la desintegración de modos precapitalistas. El único problema existente para la realización de la plusvalía es un problema monetario, el de la conveniente expansión del crédito.[10]

Rosa Luxemburg plantea otro tipo de discusión. No se sitúa dentro del marco del MPC, sino que estudia otro problema, el de la extensión mundial del capitalismo, un problema de relaciones entre formaciones sociales capitalistas (las del centro y las de la periferia) y de transformación de estas formaciones (la desintegración de los medios precapitalistas). Paralelamente al proceso de reproducción ampliada por la profundización del mercado dentro del MPC, Luxemburg demostró que el proceso de acumulación primitiva continuaba. Además, la contradicción permanente entre la capacidad de producir y la de consumir, reflejo de la contradicción esencial del MPC, se supera continuamente a través de la profundización del mercado interior (capitalista puro) y de su extensión exterior.

Las diferentes modalidades pasadas, presentes (¿futuras?) de la especialización internacional desigual siempre reflejan un mecanismo de acumulación primitiva en beneficio del centro. Este mecanismo es el que, al traducirse por una distancia creciente en la remuneración del trabajo, perpetúa y acentúa del subdesarrollo de la periferia.

4. La acumulación extravertida y la dependencia

Las economías autocentradas imponen un tipo de especialización internacional desigual a su favor.

Los productos exportados por la periferia son interesantes en la medida en que la remuneración del trabajo pueda ser inferior a la del centro. Y puede serlo en la medida en que la sociedad se someta por todos los medios (económicos y extraeconómicos) a esta nueva función: proporcionar mano de obra barata al sector exportador. En estas condiciones, el mercado interior engendrado por el desarrollo del sector exportador quedará limitado.

Desde el punto de vista social, este modelo conducirá a un fenómeno específico: la “marginalización” de las masas, es decir, a un conjunto de mecanismos de empobrecimiento: proletarización de los pequeños productores agrícolas y artesanales, semiproletarización rural y empobrecimiento sin proletarización de los campesinos organizados en comunidades campesinas, urbanización y aumento masivo del paro urbano abierto y del subempleo, etcétera. El subempleo tendrá una tendencia general a crecer en lugar de ser relativamente limitado y estable, al compás de las fluctuaciones coyunturales. La función del paro es, pues, distinta en este caso de la que cumple en el modelo central; aquí su peso asegura una remuneración mínima del trabajo relativamente rígida y bloqueada tanto en el sector de producción para la exportación como en el que proporciona los productos de lujo; el salario no es, en este caso, al mismo tiempo coste e ingreso creador de una demanda esencial al modelo, sino sólo un coste, mientras que la demanda se origina en otra parte: en el exterior o en los ingresos de las categorías sociales privilegiadas.

El origen “extravertido del desarrollo, que se perpetúa a pesar de la diversificación creciente de la economía o su industrialización, no es ajeno al modelo de acumulación periférica dependiente. Por el contrario, reproduce sus condiciones sociales y económicas de funcionamiento.

¿Qué significa el binomio economía autocentrada/economía extravertida? Que, en la economía autocentrada, existe una relación orgánica entre ambos términos de la contradicción social: burguesía y proletariado, que uno y otro se hallan integrados en una misma realidad, que es la nación, mientras que, en una economía extravertida, no se puede captar esta unidad de los contrarios en el marco nacional, sino sólo a nivel mundial.

La burguesía del centro, la única que existe a escala del sistema mundial, explota siempre al proletariado, en el centro y en la periferia, pero al de la periferia lo explota de una forma más brutal, y esto es posible gracias al mecanismo objetivo en que se basa la unidad que la liga a su propio proletariado, en una economía autocentrada.

4. Génesis y desarrollo del subdesarrollo

1. Una teoría de la transición al capitalismo periférico

Avanzamos, respecto a la teoría de la transición a la economía capitalista periférica, las nueve tesis siguientes:

  1. El modelo de transición al capitalismo periférico es fundamentalmente diferente del de la transición al capitalismo central. Efectivamente, la agresión comercial exterior del modo de producción capítalista sobre las formaciones precapitalistas provoca ciertas regresiones decisivas, como la ruina del artesanado, que no se ve sustituido por una producción industrial local.
  2. La especialización internacional desigual se manifiesta por tres tipos de distorsiones en la orientación del desarrollo de la periferia. La primera, esencial, es la distorsión hacia actividades exportadoras (la extraversión).
  3. Esta primera distorsión provoca una segunda: la hipertrofia del sector terciario de la periferia, que no se explica ni por la evolución de la estructura de la demanda ni por la de las productividades. La hipertrofia de las actividades improductivas —que se manifiesta especialmente por la de los gastos administrativos— frena la acumulación y se expresa enb el Tercer Mundo contemporáneo por la crisis casi permanente de las finanzas públicas.
  4. La especialización internacional desigual provoca también una distorsión en la periferia en favor de las ramas ligeras de la actividad, acompañada del recurso, en estas ramas, a técnicas modernas de producción.
  5. La teoría de los efectos multiplicadores de la inversión no puede aplicarse mecánicamente a la periferia.
  6. Mientras no se cuestione el dogma de su integración en el mercado mundial, la periferia carece de medios de acción económicos con los que defenderse.
  7. El subdesarrollo se manifiesta no por el nivel de producto per cápita, sino por caracteres estructurales propios que obligan a no confundir a los países subdesarrollados con los países desarrollados considerados en un estadio anterior de su desarrollo. Estos caracteres son: 1) las desigualdades extremas que caracterizan la distribución de las productividades en la periferia en el sistema de precios transmitidos desde el centro, desigualdades que resultarán de la naturaleza propia de las formaciones periféricas y que determinan en gran parte la estructura de la distribución de la renta; 2) la desarticulación que resulta, en la periferia, de la adaptación de la orientacipon de la producción conforme a las necesidades del centro y que impide la transmisión de los beneficios del proceso económico de los polos de desarrollo dentro del conjunto del cuerpo económico; 3) la dominación económica del centro, que se expresa por las formas de especialización internacional (las estructuras del comercio mundial en las que el centro modela a la periferia según sus necesidades) y en la dependencia de las estructuras de financiación del crecimiento en la periferia (la dinámica de la acumulación del capital extranjero).
  8. La acentuación de los caracteres del subdesarrollo a medida que se produce el crecimiento económico de la periferia da lugar, necesariamente, al bloqueo del crecimiento, es decir, a la imposibilidad, sea cual sea el nivel de producto per cápita alcanzado, de pasar a un crecimiento autocentrado y autodinámico.
  9. Si en el centro el modo de producción tiende a hacerse exclusivo, en la periferia no ocurre lo mismo. Esto hace que las formaciones de la periferia sean fundamentalmente distintas de las del centro.

2. La extraversión de las economías subdesarrolladas

La extraversión no debe reducirse al prediminio cuantitativo de las actividades exportadoras en las economías subdesarrolladas: así, con la industrialización por sustitución de importaciones, la extraversión adquiere nuevas formas. La distorsión a favor de las actividades exportadoras en la asignación de los recursos financieros (inversiones directas, infraestructura al servicio de las regiones y sectores exportadores, etc.) y humanos (orientación de la formación y la educación en función de las necesidades de integración en el mercado capitalista mundial, etc.), da a la extraversión una dimensión cualitativa y afirma el predominio del sector exportador sobre el conjunto de la estructura económica, sometida y controlada en función de las exigencias del mercado exterior.

La génesis histórica de la extraversión

El comercio colonial. En Europa, la revolución industrial se vio precedida por una revolución agrícola, que liberó a una fracción de la mano de obra rural, proporcionó proletariado y, al mismo tiempo, creó las condiciones para una industrialización autocentrada: el excedente que permitió alimentar a las ciudades.

La transición al capitalismo periférico es de un tipo diferente. La transformación de la economía mercantil de subsistencia en economía mercantil nunca es el resultado espontáneo de la oferta de productos manufacturados nuevos que incita a los campesinos a producir productos agrícolas de exportación para satisfacer nuevas necesidades. Los mecanismos estrictamente económicos no bastan, porque las estructuras sociales tradicionales se oponen a la extensión de los intercambios mercantiles: la vitalidad de la comunidad campesina, por ejemplo (la persistencia del derecho de todos los campesinos al uso de la tierra), convierten en ineficaces los mecanismos simples de la competencia que tuvieron una función determinante en la transición del feudalismo a la economía capitalista central en Europa. Por ello, el poder político —en este caso, colonial— se dedica a impulsar la “monetarización de la economía primitiva”. Se trata de medios que utilizan pura y simplemente la violencia, o sea, de medios de acumulación primitiva (por ejemplo, la obligación de pagar impuestos en especie).[11]

A partir de este momento se producen distorsiones específicas que desfiguran la sociedad originaria y le hacen perder su carácter tradicional.

Esta deformación del modo tradicional hace abandonar la tierra a un sector de la población, proletariza, pero sin crear una demanda que permita el empleo de esta superpoblación engendrada por la sumisión de las estructuras precapitalistas a las exigencias del capital extranjero.

La inversión extranjera. Se comprueba rápidamente que los sectores —generalmente terciarios— que recibieron, junto con las plantaciones y las explotaciones mineras, lo esencial de los capitales procedentes del centro, se apoyan en gran medida en la economía exportadora, de la que son el complemento necesario. Esto ocurre con la mayoría de los transportes (ferrocarriles, puertos, etc.), el comercio y los bancos.

Después del comercio colonial, la creación de enclaves del capital extranjero, particularmente en el sector minero, no engendra una mayor demanda monetaria de productos locales que el intercambio colonial anterior, pues la renta primaria distribuida por este tipo de empresas se volatiliza en gran parte en huidas exteriores. Una parte importante de los gastos de las empresas extranjeras se dedica directamente, en realidad, al mercado extranjero: para comprar material de producción y para el pago de los beneficios que hay que exportar. Además, una fracción del salario pagado localmente reaparecerá a su vez cuando se importen los bienes manufacturados exigidos por los nuevos obreros.

La industrialización por sustitución de importaciones. La industrialización del Tercer Mundo se adapta a un modelo de sustitución de importaciones según un proceso “ascendente” de las industrias ligeras de consumo a las industrias de aprovisionamiento, y después de bienes de equipo, mientras que el proceso de industrialización del centro fue simultáneo, cuando no “descendía” desde las industrias pesadas de bienes de equipo hasta las industrias de consumo más ligeras.

Empezando por la producción de bienes de consumo anteriormente importados, no se hacía sino sustituir estas importaciones por las de bienes de equipo y bienes intermedios.

La empresa multinacional. Este tipo de industrias engendran una clase obrera “semiaristocrática”, numéricamente débil, mal pagada en comparación con la de Occidente, a igual productividad, pero privilegiada sin embargo por la seguridad del empleo respecto a la masa proletarizada condenada al desempleo y a los trabajos eventuales.

Las desigualdades sectoriales de productividad y la transmisión de la estructura de los precios desde el centro a la periferia

Si efectuamos una división por sectores colocando por una parte la producción (valor añadido) y por otra la mano de obra activa y comparamos el producto sectorial medio per cápita en los países desarrollados y en los países subdesarrollados, nos llamará la atención la disposición relativa de los productos per cápita en torno a su media nacional en los países del centro y su gran dispersión en los de la periferia.

Si, en una estructura de precios determinada, las condiciones son tales que el trabajo, o el capital, o ambos, no pueden remunerarse tanto en una rama como en la otra, diremos que su productividad es inferior. [?]. Dentro del MPC, caracterizado por la movilidad de los factores, i.e., la existencia de un mercado de trabajo y de capital, la tendencia efectiva es que el trabajo y el capital estén igualmente remunerados en todas las ramas. Pero si esta estructura de precios, correspondiente en el centro a remuneraciones homogéneas del trabajo y del capital, se transmite a la periferia, el resultado será que los factores no podrán alcanzar el mismo nivel de remuneración en las distintas ramas si las condiciones técnicas (o sea la productividad) se distribuyen de modo distinto al del centro.

La estructura de los precios del centro se transmite efectivamente a la periferia. Pues existe un mercado mundial, a través del cual se impone la transmisión de las estructuras esenciales de los precios relativos del centro a la periferia.[12]

La dispersión de las productividades (reflejada en las composiciones orgánicas) es mucho mayor en la periferia que en el centro. A un nivel de desagregación de la economía nacional [¿cuál?] en una decena de ramas, las composiciones orgánicas del centro varían de 1 a 14, con una tasa media de ganancia del 15 al 20%, las productividades varían de 1 a 2, mientras que en la periferia, con el mismo nivel de desagregación, el abanico de las composiciones orgánicas es de 1 a 35 y el de las productividades de 1 a 10. Una distancia tan importante entre las composiciones orgánicas del capital de la periferia sólo es posible si el MPC no se ha apoderado de todas las ramas de la producción, como ocurre en el centro. Este elemento explica las diferencias sectoriales de remuneraciones y constituye el aspecto principal del problema de la desigualdad de la distribución de los ingresos en el Tercer Mundo.

A esta causa esencial de la desigualdad en la distribución se le añaden otras, también muy importantes, que responden al carácter imperfecto del desarrollo del capitalismo: escasa uniformización del tiempo de trabajo, tasas de ganancia distintas en el capital monopolista extranjero y el capital nacional dependiente, etc.

La elección de las técnicas de producción en la periferia: la irracionalidad del sistema

Por regla general, en una economía subdesarrollada no es posible realizar opciones diferentes de las que se realizarían en un país ya bien industrializado; hay que elegir la técnica más eficaz, la que maximice el excedente con los niveles de remuneración de los factores efectivamente practicados. En realidad, la aceleración de la acumulación en el sector moderno estará acompañada por una progresión de los salarios, mientras que, en el sector tradicional, cuya productividad está relativamente estancada, las remuneraciones progresarán más lentamente, si progresan. Así pues, no tiene sentido extrañarse de que los ingresos medios de ambos sectores sean muy desiguales y la desigualdad se acentúe durante los procesos de desarrollo.

Es la búsqueda de ganancia, exclusivamente, lo que induce al capital central a crear en la periferia industrias ligeras más que industrias pesadas. Para la misma productividad, el salario de la periferia es inferior al del centro. En una misma rama de la producción que utilice las mismas técnicas, el aumento de la ganancia consecutivo a la emigración del capital del centro a la periferia será, pues, tanto más pronunciado cuanto más ligera sea la rama. Esta fuerza es la que explica la especialización desigual.

3. La marginalización

La hipertrofia del sector terciario

El terciario (comercio, servicios, administración, etc.) proporciona del 40 al 50% del producto en los países capitalistas avanzados, mientras que, en los países subdesarrollados, representa de un 30 a un 60%: un 30% aproximado en los países menos integrados en el mercado mundial (países del interior de África, Afganistán, etc.), más de un 50% —a veces mucho más— cuando el grado de integración en el mercado mundial es elevado. Además, en los países desarrollados la participación del secundario es parecida a la del terciario, mientras que, en todos los países subdesarrollados, es mucho más débil.

En el Tercer Mundo, a diferencia de lo que ocurrió en el centro, la fracción ocupada de la población no agrícola se dirigió principalmente al sector terciario, y no al secundario, y esto desde el principio del proceso de urbanización moderna, en relación con la integración en el sistema capitalista mundial.

En el modelo central la industria en vías de construcción ocupa a más obreros de los artesanos que arruina. Los extrae de la agricultura en descomposición y del crecimiento demográfico. Dentro del modelo periférico, la industria emplea a menos obreros de los artesanos que arruina y no libera de la agricultura a ningún campesino. El efecto de la competencia de la industria extranjera es manifiesto. Además, la urbanización se acompaña, en el Tercer Mundo, de un crecimiento relativo y absoluto del paro, cosa que no ocurrió en Occidente excepto en algunos períodos cortos.

Desarrollo, subdesarrollo y actividades improductivas

¿Por qué la hipertrofia del terciario? La respuesta reside en las condiciones de integración de las sociedades precapitalistas dentro del mercado capitalista internacional, integración que provoca tres efectos esenciales. En primer lugar, la competencia de las industrias de los centros dominantes impide a los capitales locales el acceso al terreno de la inversión industrial, y los orienta hacia las actividades de complemento ligadas a la economía exportadora, en especial el comercio.

En segundo lugar, la hipertrofia de ciertas actividades terciarias de baja productividad (pequeño comerciante detallista, especialmente el ambulante, servicios múltiples, etc.) es una manifestación de paro disfrazado, resultante de los procesos de marginalización específicos del desarrollo del capitalismo periférico.

En tercer lugar, el reforzamiento de la posición de la renta de la tierra, característica propia resultante de la integración internacional de las formaciones periféricas, provoca también una orientación específica del gasto de la renta, caracterizada por una distorsión en favor de ciertas actividades terciarias. La renta de la tierra, que por sus características puede gastarse completamente en lugar de invertirse, constituye un gasto de lujo en productos importados, en cuanto a los bienes materiales, y en cuanto a los productos de origen local, en servicios (servicio doméstico, ocio, etc.).

4. La dependencia

La dependencia comercial, financiera y tecnológica

Las economías periféricas son solamente productoras de productos de base, es decir, que esta producción no está integrada en una estructura industrial autocentrada.

La dominación se expresa también en la estructura de la financiación. En el centro, al ser nacional el capitalismo, esta financiación es interna; en la periferia, proviene en gran parte del capital extranjero, como mínimo en lo que se refiere a la fracción productiva de las inversiones. El efecto de esto es que hace recaer la responsabilidad de la orientación del desarrollo en quienes proporcionan los fondos. Acentúa los mecanismos de la dominación económica y también los de la dominación política.

A partir de las experiencias históricas de la periferia llegamos a la conclusión de que, a medida que se produce la valorización —i.e., se desarrolla el subdesarrollo-, la balanza de pagos de la periferia tiende a deteriorarse a un tiempo porque pasa del estado de prestatario joven al de prestatario viejo, y porque la comercialización cada vez mayor de la economía en el marco de la especialización internacional desigual engendra olas de importaciones provocadas indirectas o secundarias cada vez mayores.

Cuando los beneficios del capital extranjero pueden reinvertirse sistemáticamente, se retrasa la inversión de la balanza de los flujos financieros; esto ocurre durante los períodos prósperos de la valorización colonial. Pero entonces la riqueza nacional queda bajo el control creciente del capital extranjero y los beneficios de la valorización son acaparados en proporciones crecientes por los extranjeros.

COMENTARIO GENERAL

Criticar la idea de que el MPC no se ha apoderado del conjunto de la formación social periférica. La diferencia de remuneraciones, composiciones del capital en las diferentes ramas, productividades, etc., en la periferia, así como entre el centro y la periferia, se analiza mejor con la idea de Harvey de las asimetrías espaciales y su mantenimiento como condición necesaria para contrarrestar una caída tendencia en la “versión espacial de la tasa de beneficio” de la que él habla.

¿Dónde están los vestigios de modos de producción anteriores, que el capitalismo habría dominado pero no sustituido, en Argentina, en Chile, en Corea del Sur. En países más “atrasados” (Ecuador, Colombia), en los que una de las expresiones del atraso es el bajo coste la FT, este coste tiene todo que ver con la destrucción de las formas sociales precapitalistas; ahora bien, es justamente la destrucción de estas formas lo que define a la periferia, no su subordinación/mantenimiento.

En realidad, tal destrucción es un elemento más de las características de las periferias, pero no es adecuado analizarlo como el único. Si lo fuera, cabría establecer la correlación entre destrucción completa de los MP precapitalistas y la “salida” del subdesarrollo, cosa que obviamente no es cierta.

También es necesario tener en cuenta que el paso de la subsunción formal a la subsunción material no es un proceso lineal, sino que lo que opera es un movimiento de “sístole y diástole”, como decía una vez Ripalda. Esa metáfora quizá permite comprender mejor la compleja dinámica de modernización y atraso.


[1] Me parece importante esta idea de la degradación de la comunidad campesina en el modo de producción feudal

[2] En este tipo de afirmaciones queda patente la falta de una profundización en la dinámica de la acumulación capitalista por parte de S.A., además de los lastres de la influencia de Baran y Sweezy.

[3] La idea de que la composición orgánica “traduce” el grado de desarrollo del capitalismo es demasiado simplista, y no da cuenta de cómo hay sectores punta tecnológicos hoy día con una composición más baja que la industria pesada tradicional, etc.

[4] Supongamos que tanto el país A como el B producen el mismo producto. Efectivamente, si intercambian 90 unidades de producto, el número de horas de trabajo de B será 30, por ejemplo, mientras que el número de horas de trabajo de A será, siguiendo con los números del ejemplo, 45 horas. No es necesaria mucha crítica de la economía política para entender esto, y este análisis ya se encuentra en el ejemplo de Ricardo. Además, aunque la diferencia de productividades es real, en los sectores que se deslocalizan (sectores punta) la tecnología empleada es sustancialmente la misma, y por tanto las productividades del trabajo tienden a igualarse. Concebido así, se seguiría de aquí que el intercambio desigual tiende a desaparecer, etc. Por eso el análisis de Emmanuel, que parte de la presuposición de productividades iguales, y sitúa la diferencia en el valor de la fuerza de trabajo, es políticamente muy poderoso.

[5] Esta debe de ser  la objeción teórica central de B. a E., además de lo relativo a los antagonismos internacionales.

[6] Aquí está, sintetizada, la aportación fundamental de S.A. al desarrollo desigual. Ver el comentario final para una crítica de (o diálogo con) esta noción.

[7] En efecto, el deterioro de los precios de intercambio se establece a partir de un análisis de los cambios cuantitativos de la forma precio, pero no hace un análisis del contenido (estructural, tecnológico, productivo, social, etc.) contenido en esa forma. Eso, amén de la función apologética que cumple, que S.A. denuncia correctamente: el progreso técnico en el Centro se transmite, a través de la estructura de precios, a la Periferia.

[8] Ver el comentario final en relación con esta tesis.

[9] ¿Se puede decir eso realmente de las sociedades tributarias? ¿Qué papel juega entonces la exacción del tributo, la producción de un excedente para dicho tributo, el aparato estatal, religioso, ideológico, etc.? Los mecanismos de producción y extracción del excedente, ¿no condicionan, al menos en una cierta medida, la vida de la comunidad local?

[10] Habría que cotejar esta afirmación, que me parece matizable en virtud de la “contrainte monétaire” de la expansión crediticia.

[11] ¡Excelente!

[12] No entiendo ninguno de los argumentos de los dos párrafos anteriores. ¿Cuál es el mecanismo efectivo por el que se produce esa “transmisión”? ¿Qué quiere decir “productividad”, y qué sentido tiene igualarla a remuneración, hablando indistintamente de productividad del trabajo y del capital, como si fueran dos “factores” de idéntica naturaleza? El argumento de que una estructura de precios del centro, correspondiente a “productividades” homogéneas, se transmite a la periferia,  generando “remuneraciones” más bajas debido a la dispersión de las productividades, merece estudiarlo detenidamente.

Por otro lado, la equiparación, o casi, de “productividad” y de “composición orgánica” (¿en valor?), me parece cuestionable, porque mezcla la dimensión concreta y abstracta del proceso laboral, reduce la dimensión abstracta (manifiesta, en este caso, en la composición en valor) a su dimensión concreta (la productividad es un concepto puramente técnico). Ocurre lo mismo cuando antes S.A. decía que la composición del capital “reflejaba” el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, en lo cual subyace la idea de que “fuerzas productivas” es un concepto meramente tecnológico.

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