Leyendo El Capital. Sección sexta: el salario

Relación salarial. Más allá de las diversas formas de salario que Marx enumera y analiza en esta sección, nos interesa señalar el salariado y su universalización como elemento central de la relación capitalista. El salariado es, en efecto, un salariado mundial (P. Naville).

Las evoluciones en la determinación de los salarios. Marx insiste en el capítulo 19 (“El salario a destajo”) que la forma del destajo es la más adecuada al modo de producción capitalista; con ello se obvia un elemento que adquiere una importancia central a lo largo del siglo XX: la influencia del Estado en la determinación de los salarios. Pierre Naville observa un movimiento en el salariado que se resume en los siguientes pasajes:

El salario desempeña en las sociedades modernas, independientemente del número de asalariados, una función general y necesaria: es la forma propia de retribución de las personas o grupos que no tienen la propiedad de los medios esenciales de producción.

El régimen de convenios colectivos o de acuerdos de salarios por empresa, la extensión de Subsidios Familiares y de la Seguridad Social, el recurso creciente a primas diversas que compensan situaciones sin relación directa con el trabajo (por ejemplo, las vacaciones pagadas) tienden a disociar en el espíritu de los asalariados la naturaleza precisa de su trabajo  el valor de la ganancia que aseguran o que pretenden. (…) Si el obrero se desprofesionaliza, la causa reside menos en el carácter cada vez más indirecto de su trabajo (sustitución de tareas de control o de vigilancia a las tareas de ejecución directas, debida a la automatización creciente de las herramientas) que en la separación cada vez más perceptible entre el trabajo particular aportado y el valor global del ingreso percibido como salario.

Pierre Naville: “El trabajo asalariado y su valor”, en Georges Friedmann y Pierre Naville: Tratado de sociología del trabajo. (Vol. II)

Salario y subsunción. La relación salarial está estrechamente vinculada al concepto de subsunción, ya tratado anteriormente. Para Castillo Mendoza, la subsunción comprende varios momentos que atraviesan la obra marxiana: la escisión, la inversión, la abstracción y la mediación.

El capital, para poder operar como relación constituyente/constitutiva de lo social, re­quie­re “capitali­zar” múltiples y complejas de­termina­ciones (en­tre las que va a destacar el trabajo), asumirlas en su propia constitución para auto-determinarse y hegemonizar la configura­ción de la nueva sociedad, y de sus compo­nentes.

Sobre esta base, ba­jo el capital se irán incorpo­rando de un modo violento, progre­si­vo y creciente “muchos ele­mentos que, de acuerdo con su con­cep­to, no pa­re­cen estar dentro de él” (Marx, 1971: 476-477), pero que sólo por esa vía podrán adquirir significa­ción “social”. Esto supone que la subsunción aparece como expresión de un proceso glo­bal que no se reduce a incorporar trabajo, cien­cia, tec­nología, etc., sino que muchas otras dimensiones cultura­les, po­líticas, etc., van siendo establecidas como con­diciones para la re­pro­ducción de la sociedad capita­lista o pasan a formar parte activa de la composición misma del capital en orden a favorecer su movimiento en la acrecentadora articulación “producción/reproducción” del plusvalor.

A los efectos del objetivo señalado, el salario se presenta como uno de los dispositivos centrales de producción y gestión de la permanente reconstrucción forzosa de la unidad del trabajo en el capital. En este sentido, y de manera específica, el salario opera como “solución técnica” que media la contradicción existente entre valor y valor de uso de la fuerza de trabajo, articulando operativamente la diferencia clave entre fuerza de trabajo y trabajo. Al respecto, la expresión del valor de la fuerza de trabajo en su forma transmutada como salario, resulta necesaria como mecanismo de ocultamiento de tal diferencia y de la relación desigual entre capital y trabajo (cf. Marx, 1975).

Carlos Castillo Mendoza: “Notas introductorias sobre la subsunción del trabajo en el capital”

El salario socialista y el fetiche del trabajo. El salariado, ¿es una realidad circunscrita exclusivamente al mundo capitalista? Pierre Naville, en Le salaire socialiste (parte de su monumental Le nouveau Léviathan, en siete volúmenes, en la que analiza la naturaleza de la sociedad soviética) denuncia la existencia de un fetiche del trabajo, análogo al fetiche de la mercancía:

En las economías capitalistas, la mercancía se ha vuelto fetiche; se le reverencia como materialización de las relaciones sociales de intercambio. En el socialismo de Estado, el trabajo y salario se han convertido a su vez en un verdadero fetiche bajo la forma etérea de una función. (…) Al ciudadano que adora la mercancía, es decir el trabajo ajeno, lo sustituye el trabajador que se postra ante su propio trabajo. (p. 34).

Proudhon y el salario. Los principios del socialismo de Estado, ¿no reeditan los planteamientos de Proudhon?

Esquema lectura

La sección sexta plantea un análisis de diversas formas salariales y la influencia del movimiento de los salarios en la acumulación capitalista y en relación con la clase obrera; pero antes, en el capítulo 17, Marx se preocupará de efectuar una serie de consideraciones metodológicas, centradas en la ilusión de que el salario paga el valor del trabajo. En esa ilusión se mueven el sentido común del capitalista y del obrero; el del primero se hipostasia en la economía vulgar; el del segundo, en las teorías proudhonianas, una de las razones principales por las que Marx tanto ha forcejeado con ellas en su obra a partir de Misère de la Philosophie.

Esta idea central no debe perderse de vista, evitando una lectura en clave “economicista” de la teoría salarial de Marx (véase, por ejemplo, la efectuada por Dobb (1927) en Salarios.

Si la lectura economicista de la teoría salarial de Marx se ha centrado principalmente en analizar (enumerar) los factores que determinan los salarios (por ejemplo, en el siglo XX, la negociación colectiva y el poder de los sindicatos), la sociología del trabajo tradicional se ha centrado principalmente en el contenido del trabajo, presa de la ilusión de que el salario es el pago del trabajo y olvidando que la relación salarial se plantea a una escala que desborda con mucho la fábrica.

Cap. 17. Transformación del valor de la fuerza de trabajo en salario

Se trata quizá de uno de los capítulos más “desmitificadores” de las aporías y las incoherencias de la Economía Política que podemos encontrar en toda la obra. En particular

  • Crítica al las determinaciones de la oferta y la demanda.
  • Crítica a la teoría ricardiana de la determinación del salario.
  • Crítica al “nominalismo” de Proudhon.
  • Desmitificación del “valor del trabajo”. Recordemos Cap. 1: “el trabajo produce valor, pero no es valor”.
  • Claro planteamiento de la diferenciación entre trabajo y fuerza de trabajo: “lo que la economía política denomina valor del trabajo es en realidad el valor de la fuerza de trabajo que existe en la personalidad del obrero y que es tan diferente de su función como una máquina lo es de sus operaciones”.
  • La Economía Política solo se puede realizar superándola, i.e., superando su “piel burguesa”.

El salario como forma transmutada, una transmutación esencial para la economía capitalista, pues hace aparecer el valor de la fuerza de trabajo como valor del trabajo llevado a cabo en la jornada laboral, y por tanto borra la distinción trabajo necesario/plustrabajo. (“Pareciera que el propio trabajo fuera la mercancía intercambiada y que el salario fuera el precio”. Louis Gill: Fundamentos y límites del capitalismo.)

Incrementos y descensos salariales. Marx analiza la posibilidad de que se den incrementos en el salario real que oculten, sin embargo, un aumento en la tasa de explotación, e incluso un descenso en el precio del trabajo. (Notemos que Marx no usará en esta sección el concepto engañoso de la economía política de “valor del trabajo”). La lectura superficial de Marx y la aparente aporía entre sus conclusiones (el empobrecimiento generalizado de la clase obrera) y la realidad del salariado ha sido la excusa perfecta para un rechazo apresurado de su crítica. Sin embargo:

La teoría marxista del salario es una teoría del aumento, y no de la disminución, de los salarios reales, cuya evolución en un período largo es el reflejo de la productividad creciente de los medios de producción (Gill, op. cit., p. 262). (…) La tendencia histórica general del salario no es la de que se fije en el mínimo de subsistencia vital como afirma la “ley de bronce de los salarios”, defendida especialmente por Ferdinand Lasalle en el siglo XIX y que Marx criticó vivamente. A pesar de ello, hay muchos autores que han presentado a Marx como un teórico del salario de subsistencia. (p. 263).

Diferencias salariales. Marx no se preocupa en esta sección de analizar las diferencias salariales, objeto de escaso análisis en todo El Capital. Sí señala un aspecto muy importante en el capítulo del salario a destajo: la forma del destajo hace florecer las variaciones salariales entre los obreros y posee, además, un efecto ideológico (léase mistificador) de mucha importancia: tiende a desarrollar la “individualidad y con ella el sentimiento de libertad, independencia y autocontrol de los obreros”.

Recordemos que dichas diferencias, aparentemente exacerbadas en el capitalismo de hoy, pueden deberse a varios fenómenos de distinta naturaleza:

  • El componente “histórico y moral” de las necesidades obreras.
  • Los variados gastos de formación de la clase obrera.
  • Los “diversos grados de cualificación de la fuerza de trabajo” (Gill), aspecto vinculado a la existencia de “fuerza de trabajo simple y combinada”, aunque ya hemos hecho nuestras salvedades a dicha teoría en Marx, difícilmente casable con el concepto de trabajo abstracto.

La lucha de clases. “Sobre esta forma de manifestación, que vuelve invisible la relación efectiva y precisamente muestra lo opuesto de tal relación”, se fundan “todas las concepciones del obrero”, “todas sus ilusiones de libertad”. En este terreno mistificado se juega principalmente la lucha de clases, que actúa más como un operador de la subsunción que como un proceso tendente a acabar con el capitalismo.

Diferencias salariales entre las naciones. Marx analiza en este capítulo muy someramente las diferencias salariales que se dan en el mercado internacional, pero sí cabe destacar la formulación del concepto de “valor internacional”. A. Emmanuel ha planteado el carácter central de las diversidades salariales en el fenómeno del intercambio desigual y lo ha vinculado a la relativa inmovilidad de la fuerza de trabajo, opuesta a la grande y creciente movilidad del capital. Al respecto nos dice Naville:

Examinar las funciones del trabajo, las formas del salariado, las modalidades de la apropiación de las cosas y de las personas, considerando el mundo como si fuera un mosaico inconsistente, o como un conjunto desordenado de islotes económicos (a lo que nos invita, por lo demás, el desmembramiento en naciones o en Estados), es privarse de comprender las leyes que dan cuenta de la evolución general del universo social. Es privarse de analizar el sistema.

Le salaire socialiste, pp. 11–12.

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